CARLOS ROTTEMBERG: CARTA SOBRE LA LEY DE ACTORES, 2016
"Hace muchos años me dedico profesionalmente a mi rol empresario dentro del ámbito teatral y durante casi una década del período presidí la Cámara que agrupa a los productores del ramo.
Me permito reflexionar a título personal sobre un tema gravitante de nuestra actividad, que ha tomado estado público en los últimos meses, y del cual circulan afirmaciones inexactas e injuriosas.
Ante todo reiterar, una y otra vez, que el sector empresarial teatral desde hace muchos años sostiene que el actor debe gozar de los beneficios que le corresponden en lo relacionado con la Seguridad Social. Los empresarios debemos hacer sus contribuciones y los trabajadores, sus aportes. Sería un despropósito verlo de otra manera. Acaso en un teatro, ¿no se realiza por todos los otros trabajadores intervinientes? ¿Por qué no sería medido con la misma vara para los actores?, bastión para que se desarrolle el hecho teatral. De hecho, la rama 'teatro' es la única que desde mucho antes de ahora abona a los actores los conceptos de vacaciones y aguinaldo. No se discute si corresponden aportes y contribuciones sino 'el cómo'. Además, pondría blanco sobre negro a una situación de precariedad laboral que acompañó a esta profesión desde siempre.
Lo anterior no se contrapone con exteriorizar la verdadera mecánica de cómo se gestiona y concretan los acuerdos dentro del ámbito del teatro comercial o del independiente. Y ahí surgen las diferencias no estudiadas por una ley que necesitó de premura injustificada, después de también injustificados 70 años de espera. Como en la vida, llevar todo al terreno del blanco o negro, no resulta buena receta. Y ya tenemos el desaguisado en puerta, con disconformidad y agresiones internas nunca antes vividas en la profesión.
Actores y productores quieren la urgente reglamentación de la ley que desde el Congreso fue aprobada. Es falaz el argumento del sector gremial manifestando que la contraparte no lo quiere y 'disfraza' su negativa con argumentos espurios. Peor aún sus declaraciones sobre que 'hasta ahora ese dinero quedó en los bolsillos empresarios'. Conocen que el propio Estado, el mayor contratante de actores, utilizó el mismo sistema de contratación autónoma, y tampoco se retuvieron aportes para el régimen habitual de trabajadores en relación de dependencia (al pasar...a futuro ¿cómo funcionarían los contratos actorales de los organismos públicos?)
Pero así como la Asociación Argentina de Actores debe resguardar los intereses de sus miles de asociados, la mayoría sin continuidad laboral y con necesidades básicas insatisfechas, no puede soslayar que hay otro sector que poco y nada tiene que ver con una relación laboral típica. Son muchos menos, pero hacen más ruido por el simple hecho de resultar más conocidos por la gran masa del público. Ahí es donde la ley no puso foco, como tampoco lo hizo en el ámbito del teatro independiente, que se desarrolla sin contratantes y a pulmón. Por eso me atrevo a decir que la ley no tuvo contemplada la real naturaleza de la actividad teatral en todas sus vertientes.
Párrafo aparte para una enorme contradicción (para evitar el término 'mentira', con el que tanto gusta proclamar y ofender la entidad gremial desde sus comunicados cuando se refiere a los productores). Sostiene que en la confección de esta ley y del análisis parlamentario participaron las entidades empresarias. Si así fuese, ¿por qué no aplaudiríamos una ley en la que participamos y hasta festejamos cuando fue promulgada? (SIC). La respuesta es muy simple: nunca fuimos convocados. Ni físicamente ni por otro sistema de diálogo. Argumentar que el abogado del sector de los productores teatrales tuvo presencia solo por reunirse por otros temas vinculados a la profesión (convenio, paritarias) no puede ser pretexto para hacer creer que tuvimos participación en una ley de la que nos enteramos por los medios.
Que no queden dudas que muchos esperamos la urgente reglamentación de la ley con aportes y contribuciones para todos los actores, solo diferenciando a aquellos contratos que, por montos y decisiones a riesgo, convierten a los protagonistas en partícipes empresarios, como asimismo prever cómo se desarrollará en el teatro independiente nacional, talentosa plataforma que ha dado sustento a enormes protagonistas de nuestra escena argentina.
Había otras formas de encarar una deseada Ley del Actor. No hay dudas. Hace años la propia Cámara empresaria me ha tenido como intermediario en la sede de la Asociación de Actores proponiendo un sistema previsional solidario por el cual, y a través de una tasa recaudatoria, no tuviesen la carga los actores que menos ganan o no cuentan con suficientes oportunidades de trabajo. Nada se evaluó porque seguramente debe resultar poco creíble que un empresario/teatrista defienda las fuentes laborales de los actores. Tal vez cueste darse cuenta que para el empresario también es la manera de defender su propio trabajo. Hoy solo nos resta intentar morigerar lo que ya es ley. Que quede claro: hacerla caer equivaldría a un retroceso.
Vale una aclaración: existe una ley de fomento al teatro que exime impositivamente a toda la actividad. A los empresarios, para contrarrestar el perjuicio económico que les ocasiona la restricción al dominio de sus inmuebles; y a los actores, como manera de incentivar su participación en los escenarios. La dirección que imprima la Reglamentación de esta nueva Ley será base fundamental para mantener o hacer decrecer la actividad teatral. De eso se trata".
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